La tesis se inscribe en los estudios sobre el paso de la gente del campo a la ciudad con la industrialización y la urbanización de algunas regiones peninsulares a mediados del siglo pasado. Y, en este caso, como principal aportación, desvela que las causas de la inmigración que estudié no fueron siempre, ni exclusivamente, económicas.
Para Catalunya fue el fenómeno histórico-social más importante de la segunda mitad del siglo xx, porque, con la incorporación de muchas personas de otros pueblos de España, principalmente de Andalucía, cambió completamente su demografía y la estructura social. Sin embargo, este hecho estaba poco estudiado desde la vertiente de la percepción que la gente tuvo de esta experiencia y de sus vivencias,
que en definitiva es lo que puede explicar los comportamientos colectivos, y por tanto el devenir de la Historia.
El trabajo se inicia a principios del siglo xx en Andalucía, cuando la mayoría de las personas que me ofrecieron sus testimonios, fuente primordial de la investigación, estaban aún en su niñez o adolescencia; y termina en la llamada transición democrática en Catalunya.
En aquel hecho migratorio histórico confluyeron dos conflictos seculares: la explotación sufrida por la clase obrera del campo andaluz, y la subyugación de Catalunya y de su cultura a un estado centralista, acentuado por el carácter dictatorial del régimen franquista. Se situaba, así, en medio de un tema espinoso (que no ha dejado de ser actualidad): los nacionalismos. El andaluz, poco asumido por las personas que emigraron en aquellos años y que, en cierto modo, despertó en algunas de ellas justamente en Catalunya, años después de haber llegado. El españolismo, que el franquismo quiso imponer a todos los pueblos peninsulares, y que a menudo los andaluces aceptaron, contribuyendo incluso, a vehicular la españolización. Y el catalanismo, una corriente del cual veía a la inmigración como un peligro adicional a la desnacionalización de Catalunya y a la pérdida de su identidad.
En definitiva, un cóctel que podía haber resultado explosivo, y que en algunos momentos estuvo a punto de estallar en intolerancia y confrontación social. Sin embargo, la sociedad catalana, en su conjunto, demostró ser una sociedad madura y tolerante y mantuvo, al margen de pequeños conflictos puntuales, o conductas particulares, unas relaciones pacíficas y serenas en las que, en general, los orígenes geográficos de sus habitantes no fueron un factor de discriminación. Se hacía así cierta la expresión que es catalán quien vive y trabaja en Catalunya.
¿Puede ser de interés publicar hoy esta investigación? Catalunya ha vuelto a vivir, como otros países europeos, un nuevo proceso migratorio: esta vez las personas que han llegado a nuestro país provienen mayoritariamente de fuera de la comunidad europea. La inmigración en Catalunya de los años cincuenta llegaba a una sociedad en pleno franquismo, y se centraba primordialmente en encontrar una
salida económica. Difícilmente se pensaba en una integración cultural dado que el momento histórico impedía reconocer la cultura y la identidad catalana. En democracia los retos de la integración social son los de siempre, pero la diversidad de la sociedad aporta nuevas complejidades a la adaptación cultural. El interés de la cuestión recae en que Catalunya, a su vez una minoría nacional dentro del Estado español
debe afrontar la creciente presencia de personas inmigrantes de otros países, es decir de nuevas minorías dentro del mismo territorio catalán, con culturas más diferenciadas. Además, en el mundo occidental
de hoy, el debate sobre los derechos de las minorías nacionales y los derechos de los grupos que provienen de la inmigración, se suman a los derechos de otros colectivos (mujeres, personas homosexuales y
otros) defensores todos ellos de su propia identidad. Y, en fin, la última década caracterizada por el recrudecimiento de las relaciones Catalunya / España obliga más que nunca a un conocimiento de la propia historia.
Por todo ello nos parece pertinente la publicación de este libro que empieza con el trabajo de Teresa María Ortega y que nos da a conocer cómo era la Granada que dejaron tantos habitantes de esa región. Cómo la violenta represión franquista, entendida como la erradicación de cuantos agentes sociales y políticos, individuales o colectivos, habían puesto en peligro la pervivencia del orden patronal, no se concretó solamente en la eliminación física y en el castigo de los vencidos. La represión alcanzó también una dimensión económica crucial. La restauración después de la guerra civil del dominio de la patronal agraria y de las relaciones de explotación capitalistas en la agricultura requirió la existencia de muy bajos salarios, para de esta manera facilitar la rápida elevación de las ganancias y la acumulación de los capitales. El paro, el hambre, la miseria y el ambiente opresivo impuesto desde el término de la guerra pronto convirtieron la emigración en una «vía de escape» de la desesperanza, del miedo y del silencio. Así, para poder entender mejor la respuesta ofrecida por los hombres y mujeres de Pedro Martínez a la nueva realidad impuesta por el franquismo, resulta pertinente la investigación de la profesora Ortega, que dirige una mirada de conjunto a lo acontecido, durante la primera mitad de los años treinta, en la mayoría de las comarcas agrarias andaluzas. Para de esta manera intentar trazar la trayectoria por la que se condujeron los frecuentes episodios de conflictividad rural en una agricultura como la andaluza que, al igual que lo experimentado por otros sistemas agrícolas hispanos, se había visto inmersa en un continuado proceso de «relativa modernización» desde los inicios del siglo xx. Y poder detectar, igualmente, cómo la agudización de los enfrentamientos sociales que se registró en la etapa revolucionaria de la Guerra Civil en medio de los pueblos y ciudades que quedaron inscritos en la retaguardia republicana, dio paso a un reforzamiento de las adhesiones de amplios espectros de las clases medias, del pequeño campesinado y la patronal rural, a las emergentes proposiciones ideológicas avanzadas por las fuerzas políticas y sociales que respaldaron el movimiento insurreccional de julio de 1936.
Con ilusión esperamos que este libro sea útil no solo en el plano académico sino también, como sostén para el mantenimiento de una ciudadanía lúcida conocedora de su pasado reciente.
Angelina Puig i Valls
Historiadora