De Pedro Martínez a Sabadell: l’emigració una realitat no exclusivament econòmica. 1920-1976.
Angelina Puig i Valls
Nacionalidad, identidad e integración de la gente de Pedro Martínez en el barrio de Torre-Romeu
No tengáis miedo, que de todo esto no saldrá una Catalunya híbrida, la tierra manda, y los hombres a ella nos humillamos.
(Francisco Candel, 1959)
J.Botey desde una visión antropológica y sobre el terreno identifica tres posibles caminos de integración de la población inmigrante: 1) la adaptación pasiva en la nueva sociedad, 2) la participación y 3) la integración cultural auténtica.
Nos dice igualmente que el descubrimiento de la conciencia de clase y la integración activa a una colectividad en lucha será un proceso lento donde intervendrán diferentes factores: la colectividad obrera en el marco de una gran empresa, la vivencia directa del proceso de una lucha, el sentimiento de frustración personal dentro del trabajo deshumanizado de la cadena, el descubrimiento de la coherencia entre la explotación en la empresa y en el barrio o en la casa, y la conciencia de colectividad.
Con la conciencia de los derechos que pertenecen a la persona trabajadora como miembro de una clase y el descubrimiento de la lucha organizada, comienza la integración activa en la nueva sociedad receptora a través del trabajo.
En el barrio, que se percibe como el ‘nuevo pueblo’, la gente que ha llegado de diferentes regiones empieza a formar una comunidad humana capaz de autoorganizarse para defender los propios derechos y organizar la vida social. Pero, a la vez, los barrios aislados dificultan la integración porque suelen cerrarse en sí mismos. En efecto, el carácter de esta colectividad puede evolucionar exclusivamente buscando las propias raíces afectivas en la solidaridad de clase, amenazada, ella también, por el nuevo tipo de sociedad consumista. Sin embargo, la falta de servicios y de infraestructura en estos barrios posibilitó la lucha y las reivindicaciones a través de su propio asociacionismo y esto fue de una importancia trascendental para el futuro de la integración en Catalunya. Para muchas personas fue el primer eslabón de participación en la vida cultural y la oportunidad de convertirse en protagonista de la construcción de una nueva sociedad. En el seno del movimiento obrero el hombre y la mujer inmigrante recobraron su identidad como individuos y como miembros de la clase trabajadora. Y, paralelamente, también en el movimiento de barrios, con unas dimensiones más globalizadoras y donde participaron más mujeres, así como criaturas y personas mayores.
De acuerdo con el esquema de J. Botey podemos establecer que la mayoría de la gente de Pedro Martínez se integró en Catalunya a partir del primer nivel: es decir la adaptación pasiva. Algunas personas llegaron a participar activamente en la sociedad, y pocas lograron una integración cultural plena 1.
En este proceso confluirían varios factores. Por un lado, la procedencia del campo y la integración en el mundo urbano, en un sistema de producción plenamente capitalista. Y, al mismo tiempo, la integración desde una cultura andaluza descuidada y escarnecida por el españolismo imperante, en la cultura catalana. Una cultura catalana con muchas de sus expresiones prohibidas y desarrolladas en la clandestinidad y por eso mismo de difícil acceso.
La gente llegó en busca de trabajo y de un lugar menos hostil para poder vivir. Algunas personas apenas sabían escribir y leer. Los primeros años en Catalunya los pasaron trabajando intensamente, no gozaron de tiempo para interesarse por una cultura y una historia diferente a la de ellas y ellos.
Era difícil, en esta situación, que se plantearan su integración en una nueva realidad cultural. Con los años, las familias superan las situaciones de extrema precariedad y la periferia de Sabadell se va acondicionando con servicios que pueden satisfacer en general a las personas que los habitan. ¿Pero aquella mejora de los barrios llevó a una efectiva integración en la ciudad y por lo tanto en Cataluña, o bien, paradójicamente, la propia autonomía de los barrios abrió una mayor separación, o al menos desconexión, entre el centro y la periferia?
¿Qué vinculación alcanzaron los habitantes de Torre-romeu y la ciudad preexistente? ¿El centro de la ciudad no experimentó mutaciones en este proceso?
Para integrarse en la sociedad de acogida y contribuir conjuntamente en el proceso continuo de conformación de la sociedad y de su cultura era necesario la relación y conexión entre unos y otros.
Al final de la etapa 1970-1976, los intereses parecían coincidir: barrios típicamente catalanes crearon su asociación de vecinos (Gracia, Sant Oleguer) y el centro de la ciudad también los llegó a tener siguiendo los modelos populares. De forma paralela, las personas inmigrantes se fueron identificando con Catalunya. Pero identificación no significa integración a su sociedad ni a su cultura.
A principios de la transición democrática, la vecindad de Torre-romeu, en general, tiene pocas relaciones con el centro de la ciudad dado que en el barrio satisfacen sus necesidades. Se puede decir que salen del barrio sobre todo para ir a trabajar. Y si tienen relaciones fuera de su espacio es casi siempre a través de la familia, sobre todo, con los hijos e hijas que al casarse se han establecido fuera de la barriada.
Tampoco tenían mucha relación con los pueblos de origen y, si la tenían, era a partir de las relaciones familiares con los que se quedaron en el pueblo. A veces, la conservación de una casa en propiedad permite ir de vacaciones.
Sin embargo, es difícil interpretar este doble aislamiento, a menudo bastante acentuado, con el resto de la ciudad y con la tierra natal, como la causa de su integración o su marginación de la vida catalana y, en consecuencia, de su cultura.
Se aprecia entre los hombres y las mujeres del barrio, sobre todo durante los primeros años, sentimientos más conectados a una pertenencia de clase y de grupo, que de nacionalidad. Porque las personas perciben mucho más la explotación que sufren como trabajadoras o como vecinas de aquel suburbio periférico, que no la alienación nacional.
Las entrevistas realizadas a la gente que fue poblando el barrio de Torre-romeu permiten afirmar que la realidad se configura con múltiples matices que introducen las diversas visiones personales.
Manolo 2, está casado en segundas nupcias y su mujer es viuda de un militar republicano muerto en la guerra civil. La mujer, por todo lo que ha pasado en el transcurso de su vida, está dolida y todavía tiene miedo. Es de las únicas personas que mostró un cierto pesar ante las entrevistas. Su marido, muestra paciencia y comprensión, y pide disculpas por el disgusto que manifiesta la mujer por las explicaciones demasiado comprometidas que, según ella, él hace.
La pareja vino a Catalunya arrastrada por sus hijos y Manolo confiesa abiertamente que «yo de gusto de estar aquí no tengo ninguno. A mí el terreno aquel me gusta más que éste”.
Campos de Pedro Martínez
No se siente de esta tierra a pesar de que milita en el PSUC y que los hijos están casados y viven en diferentes lugares de Catalunya. Afirma con rotundidad que los barrios habitados por la inmigración no son catalanes porque han sido construidos por gente nacida fuera del país.
Después de trabajar en una empresa catalana durante muchos años, la empresa quebró y dejó a los trabajadores en la estacada. No sería extraño que este hecho tenga un peso considerable en el rechazo que Manolo y su mujer expresan de la vida en Cataluña. Pero también su testimonio revela el sufrimiento que conlleva la incorporación no sólo a una nueva sociedad definida por una lengua diferente y otra cultura, sino por la incorporación a una sociedad urbana moderna y en un mundo de trabajo industrial en un sistema capitalista.
“Y aquí pues te digo una cosa, aquí ha sido una vida asquerosa como allí. Porqué a lo primero me puse a ganar unas 800 pesetas semanales que era un abuso completamente. Y luego han hecho todo lo que les ha dao la gana y a última hora, después de llevar 18 años allí en la empresa, la han cerrao. Llevamos dos años de juicio con ellos y nos dieron 500.000 pesetas y así estamos. Tenemos veinte partes que nos dieron y un piso y resulta que eso lo tienen encerrao y allí no podemos ir, ni venderlo, ni podemos hacer na. ¡Un abuso completamente, pero de los grandes, grandes!
Y esa ha sido la vida que hemos llevao en Catalunya. Yo no pienso nada absolutamente de los catalanes, porque yo he trabajado para un catalán, pero los compañeros míos de trabajo han sido siempre andaluces. Y luego también en el trabajo, por lo que sea el empresario ha estao muy contento con todos, no sólo conmigo sino con todos. Solamente he de decir que al remate nos hizo la canallá más grande del mundo. Porque el tío no tenía allí fincas grandes, solamente vivía de la obra y luego dijo… ¡En fin! Que no tenía dinero. ¿Y si no tiene dinero, a ver dónde se le echa mano? Matarlo no era el caso de matarlo. Que ha fartao muy poco pa matarlo, porque si me dejan ya no sé lo que hubiera pasado.
¡Pero en fin! Y la cuestión de la población de catalanes ¡yo no he ligao con ellos tampoco! No sé ni la farta que tienen ellos ¡siquiera! Nosotros somos catalanes porque estamos aquí en Catalunya y to nuestro papeleo está aquí en Catalunya, pero no somos nacidos aquí en Catalunya. Pero que somos catalanes a la fuerza, no somos catalanes gustosos. Hablo por mí ¡claro! Porque a lo mejor la gente joven es gustosa, pero la gente mayor, pues estamos aquí en Catalunya como el que nos tiene cogío de los pelos. Ninguno nos gusta eso, primero porque no hemos nacio aquí, segundo porque no nos hemos criao tampoco, tercero porque nuestro terreno es diferente, como de la noche al día a eso en tó, completamente. Aquello es más sano, aquello es más agrícola que eso, que es lo que nosotros entendemos. Porque yo de fábrica no te puedo hablar de ná. Porque yo tengo un coche allí ya mismo se escacharra por la carretera y no le abro ni el capó siquiera. En cambio, en las cosas de allí a mí se me estropea un arao y lo gobierno de momento y ¡cosas que te has criao. Porque por ejemplo un catalán, los catalanes si siempre a lo mejor tienen más inteligencia o han tenido más sabiduría que nosotros por lo que sea. Porque Andalucía es lo peor de toa España entera, porque ya ves allí en Andalucía, como el ganao, na más en el campo. Pero nos gusta a los mayores vivir allí más que aquí. Y ya no nos vamos allí porque tenemos la gente aquí ¡sino estaríamos viviendo en el pueblo!
Mis hijos se han casao uno con una, uno con otra. Ya pues estamos barrachaos de tal manera ¿eh? de toda España, que ya no sabemos. Eso me lo decía mi Juan cuando se echó novia ¡su mujer! Digo: – ¿de dónde es tu novia? Y dice: – ¡Yo qué sé padre! Dice: -mi suegra, ella es andaluza y mi suegro es de la parte de Badajoz y ella nació aquí. Dice: – ¿de dónde es mi mujer? Pues ¡yo no sé de dónde es!
Es que ya hay un barracheo que ya nadie lo entiende. Y eso te lo dirán toas las personas mayores, lo dirá too el mundo, que ninguna gente mayor estamos gustosos aquí. Los jóvenes no, como se vinieron de chiquillos, es como los míos. Los míos dicen: – ¡padre!, al menos los tres chicos. Mi Manolita que tiene 21 años, tenía un año cuando se fue. Ella ya no conoce aquello ya”.
Manolo desvela diferentes sentimientos entre su generación (la generación mayor pero que no decidió irse del pueblo, sino que lo hicieron arrastrados por los hijos) y la de sus descendientes. En esta familia fue la segunda generación la que tomó la iniciativa. La tercera, que corresponde a los hermanos más pequeños o los hijos de los mayores, ya ha nacido en Catalunya. De las palabras de Manolo se desprende que la generación nacida en Catalunya se siente de este país, que los hermanos mayores sin una gran identificación están satisfechos (probablemente gracias a la situación económica) y los padres, que tomaron la iniciativa arrastrados por los hijos mayores se sienten desplazados.
Sus palabras expresan el olvido mutuo en que se desarrolla la vida cotidiana de las personas autóctonas y las inmigrantes. La barrera es cultural, pero está también mediatizada por factores sociales, económicos y urbanísticos. Porque los barrios como Torre-romeu, son ‘barrios refugios’ (Pere Negre) que dificultan la integración no sólo cultural, sino urbana, es decir, la adquisición de una cultura o estilo de vida ciudadana.
Manolo afirma dos cosas: una, que podemos dar como cierta en su generalidad, pero que admite matices, la otra mucho más discutible. Tiene razón cuando afirma que muchas personas si pudieran volverían al pueblo. Este ‘poder’ se refiere a disfrutar al menos de la misma calidad de vida y de trabajo que las que tienen hoy en el nuevo lugar. En cambio, no todas las personas mayores comparten los sentimientos de desagrado hacia Catalunya. Porque no depende de la edad sino de la actitud ante el hecho migratorio sobre todo de ser quien toma la decisión, que coincide con la llamada primera generación inmigrante, y de si se han cubierto las expectativas que se tenían.
Por ejemplo, Manuela 3, que es mayor que Manolo, no encuentra ninguna razón para volver a su pueblo:
«Yo a Pedro Martínez no voy ¿Pa que voy a ir? Ni tengo casa, ni tengo ná. ¿A qué voy a ir? Y mis hijos están aquí. Tengo allí una sobrina. No tengo casa que yo vivía de alquiler en el pueblo. Pa venirme pa ca mi marido nos envió el dinero. ¡Y ellos pa ir a los Pirineos se pagaron el viaje como pudieron! ¡Claro!».
Encarnación 4 lo expresa con más claridad, “si tuviera una semanada como la que tengo aquí, pos sí que me iría al pueblo. A mí me gustaría porque aquello me gusta. Yo he nacido allí y me criao allí y me gusta. ¿Por qué voy a decir que no? Pero pa no tener una semanada como aquí, pos no. Y si nos quedáramos aquí sin trabajo y allí hubiera, pues claro habría que irse. A mí sí me gustaría ¡vaya! con que tuviera un jornal fijo.
La diferencia que veo entre el pueblo y aquí, pos que trabajamos y estamos mejor que allí. Allí trabajando pos se estaba peor que aquí trabajando. Que había a lo mejor, que trabajabas cuatro días y estabas cinco paraos y aquí pues es continuo. Trabajas cada día y te puedes arreglar mejor. A mí no me costó acostumbrarme a Sabadell porque entré a trabajar al poco tiempo».
Joaquín nos cuenta 5,»allá no tengo vivienda, tengo la familia, un sobrino de mi mujer, que vamos allí de pará. Igual nos tiramos quince o veinte días, o un mes en Navidad y hacemos allí una mijilla de chorizo y ya está.
Yo del pueblo sé que ha tenido muchas alternativas y ahora los que hay lo administran muy bien, han arreglado el pueblo muy bien. Antes no había agua. Ahora han hecho allí un pozo muy bueno de agua y hay agua para todo el pueblo. Pa bañarse to el mundo y para tener agua corriente. En fin, que ahora están muy bien allí. Que se puede vivir. Las casas las han modificado, han arreglado los tejaos, las han reformado, en fin, que allá han transformado el pueblo muy entero.
Algunos dicen que se vive bien. ¿Pero hoy viven bien en el pueblo a ver? Porque se van a Palma en los hoteles, y luego otra vez vuelven a sus casas. ¡Así viven bien! ¡Pero allí no hay jornal! Porque mira, van una vez a Palma, al tomate a Almería, a Alemania, que se van también mucha gente y sino aquí a Catalunya. ¡Eso es la vida que hay en los pueblos de Andalucía, otra no hay!».
Programa de las Fiestas de Pedro Martínez del año 1986, año siguiente de la entrevista de Joaquín Pardo
Algunas personas como Carmen 6, manifiestan nítidamente su satisfacción de vivir en Sabadell, a pesar de reconocer todas las dificultades.
«Aquí sí, aquí estamos bien. Cuando nos vinimos de los Pirineos nos hicimos esta casita. Compramos el terreno y nos hicimos una casita. Mi marido ya ha muerto aquí. Mis niños se casaron, yo tengo una paguilla de mi marido y ya está, porque yo no tengo paga ninguna. Así que, así vivimos y estamos bien».
Rosa y su hija 7 no solamente viven a gusto en Catalunya, sino que manifiestan que no tienen ningún deseo de volver al pueblo:
«Nosotros no tenemos casa en el pueblo. Pero hemos ido muchas veces. Cuando vivía mi madre iba ¡cuando podía! y después de morirse mi madre. Lo primero cuando murió mi padre, no pude ir, no podíamos, era lo primero de estar aquí. Y a lo primero de estar aquí no estaban las cosas fáciles».
La hija de Rosa explica que a pesar de lo que dijo su hermano de que no volverían a pisar Pedro Martínez, sí que han ido.
“Sí que hemos vuelto alguna vez. Teníamos allí a toa la familia. Pero para vivir no. Y que no me toque la lotería que a Pedro Martínez no voy. Si millonaria estuviera, no iba yo allí… ¡llevamos muchos años aquí, muchos más que allí!».
Rosa interrumpe a su hija y explica que «muchos de los que hay aquí están haciendo casa en el pueblo”, y ella responde «pues yo si me he de hacer una casa me la hago en otro lao. Yo no, ¡vaya! Para irme a acordarme allí de ¡la hambre que he pasao ¡y del trabajo que me daban! ¡Anda ya! todo lo que cobraba pa juntar pa comprarme unas sandalias de aquellas de goma que ibas andando y… ¡Anda que le den pol saco allí!».
La madre continua: «Aquí hemos trabajado, pero ahora tenemos nuestra casa, ya ves después de treinta años ya no he vuelto más a mi tierra, ni la he visto más.»
Ascensión 8 también se fue de Pedro Martínez para no quedarse sola cuando los hijos abandonaron el pueblo y no le quedaba más familia en el pueblo.
“Dejé allí mi casa, por si acaso tenía que volver. Luego sólo he ido dos o tres veces al pueblo y yo ya no tengo nadie allí sólo a mi hija (muerta). ¡Ay qué pena! ¡Yo pena tenía allí y pena tengo aquí! Cuando estaba allí, si tardaban mucho a escribir mis hijos y aquí porque no tengo a mi hija. ¡Yo no he tenido na más que esta hija y este hijo y el otro que le llaman el trompeta!
¡Y ojalá el tío ese, Pujol! ¡Mal dolor le dé! Dicen que decía, que yo no lo sé, que dijo que ya se podían marchar los andaluces que él se apaña con todos los catalanes. Esto dicen que lo dice, ¡yo como no le entiendo bien!
¿Me gusta Catalunya? ¡Me gusta el pueblo, pero como allí no tengo a nadie! ¡Qué voy a hacer! Como aquí estoy comiendo y con la media paga de mi marido que murió pos estoy comiendo. Yo no conozco mucha gente catalana na más dos sobrinas de mi hermano».
Antonia 9, la más politizada de nuestros testimonios, al hablar de sus viajes a Pedro Martínez no menciona familiares, que no tiene, sino los paisanos militantes políticos.
«Con el pueblo siempre me he carteado, aunque allí hay más socialistas. Nunca he roto la relación con el pueblo, nunca, pero lo mismo con los socialistas que con los comunistas, yo cuando voy al pueblo los socialistas me veneran tanto como los comunistas. Ara yo soy comunista.
He ido al pueblo unas cuantas de veces. Siempre voy a ver al Partido. Una vez les llevé un Lenin, como ese que tengo allí que los compré en un viaje a la URSS. Pero los socialistas me realzan igual que los comunistas”.
A diferencia del conjunto de población del barrio, que guardaban una irregular relación con los pueblos de origen, todas las familias de Pedro Martínez, que he entrevistado, mantienen algún vínculo con el pueblo. Incluso cuando no se tiene una casa de propiedad, pero si algún pariente, que, aunque lejano, puede ofrecer alojamiento. Probablemente podemos imputar este hecho al carácter de emigración en cadena, que creó un flujo de comunicación entre Pedro Martínez y Sabadell, pero también entre Sabadell y Pedro Martínez, que sin romperse ha ido perdurando en el tiempo.
La emigración en cadena y los vínculos no interrumpidos entre las dos comunidades ayuda a tomar conciencia de las dos realidades. Comprender los motivos económicos y sociales que arrastraron a tantas familias hacia la aventura de la emigración. Tomar conciencia de este hecho, no como una realidad personal o familiar sino como un fenómeno social fruto de una concreta situación económica-política y de una estructura social peculiar que dejaba pocas opciones de elección.
Por ello, estas familias que no han roto la relación con su pueblo mantienen al mismo tiempo, en general, una postura dura y crítica contra la situación y las personas que posibilitaron el éxodo y los sufrimientos pasados que hacen difícil desear el retorno.
“En el verano le pidió dinero a mi marido (el rector de Pedro Martínez) – ¿Yo dinero? Dijo, -yo voy a dar dinero ¡ni pensarlo, quien quiera dinero que lo ¡trabaje! ¡Dinero! ¡Dinero del que me llevé yo de aquí! ¡Dinero de aquí, que estuve yo muriéndome de hambre!
Que nos dejamos…Yo me dejé una albarca ¡qué ropa tendría!, Que dije: -mama si por casualidad tropezábamos bien, me quema esta albarca.
¡Qué ropa me dejaría! ¡Cuatro guiñapos! -Me quema la albarca si tropezamos bien, si siquiera ganamos pa comer y pa vestir, pues me quema usted esta albarca.
¡Sí, si quemó la albarca!”.
Folleto que la parroquia de Pedro Martínez envió a muchas famílies emigradas y relación de donativos recibidos.
Al contrario, Josefa 10, que era una niña cuando se fue de Pedro Martínez, no era consciente de las dificultades de los padres para sacar adelante a la familia. Ella no recuerda los sufrimientos, ni las calamidades, ni la pobreza y las penas de la clase obrera hasta que vino a Sabadell, la ciudad industrial que obligaba a hombres y mujeres a realizar jornadas muy largas para ganar un sueldo que, además del sustento, les permitiera ahorrar para una vivienda.
Se confirma, como demuestran algunos estudios psicológicos, la posible diferente integración del migrante según la edad. Así, aunque parece que niños y niñas tienen algunas ventajas para vivir la migración como una situación menos traumática que los adultos, también, advierten de carencias esenciales, por ejemplo, el de no haber participado en la decisión de emigrar. En el caso de esta chica, es el hecho más decisivo y significativo: la idea de abandonar la tierra no fue de ella sino de sus padres. Todo ello configura un panorama interior que propicia un rechazo hacia la realidad. Sus sentimientos son parecidos a los de Manolo o a los de Ascensión, aunque pertenecen a edades diferentes, pero tienen en común no haber tomado parte en la decisión, más o menos, libre de irse.
Así lo siente y lo explica Josefa: «Mi madre estuvo enferma aquellos años. Lo pasamos peor que estando en el pueblo. Entonces ya empezó a, no sé, a crearse en mí una especie de rechazo por todo esto ¿no? Al principio de vivir aquí fueron peores. ¡Porqué yo allí vivía bien! Cómo no había trabajo nos vinimos para cá. Pero yo aquí… ¡Porqué hay trabajo, pero no porque quiera! Que no es lo mismo ¿no? Si allí hubiera trabajo, nadie de los que vivimos aquí estaríamos aquí. Esto por descontá, ni yo ni nadie, por todo lo que digan que les gusta. Porque una persona por mucho, por mucho y por muy bien que estén aquí pocas, creo yo, que pudiendo vivir allí bien estarían aquí. Por el dinero yo creo que todas están aquí. A mí la verdad el dinero es ya lo de menos.»
En otros capítulos hemos visto como las parejas cuando iban a trabajar tenían que dejar las criaturas solas, con las vecinas, o con los hijos mayores, a menudo, de no mucha más edad que aquellas que vigilaban. Ahora tenemos el testimonio de una de estas niñas que en edad tan temprana tuvieron que hacer de madres de sus hermanos, sacrificando los años juveniles. El resultado: una tristeza profunda que roza el resentimiento.
«Cuando llegué aquí, -continua Josefa- pues me decepcioné porque yo hasta los 10 años no pude ir al colegio. Con mis hermanos pequeños, me tenía que quedar con ellos. Cuando empecé el colegio me los tenía que llevar conmigo porque no había, como ahora, colegio donde dejarlos con tres años, o guardería, que entran muy pequeños. Y la maestra que no quería que me los llevara conmigo porque me entretenían en clase. Bueno pues, luego ya mi madre y mi padre no estaban nunca en casa. Siempre trabajando, se iban a las cuatro y media de la mañana y venían, mi madre venía a las seis o a las siete de la tarde, nos peinaba y se iba otra vez hasta las diez. Nos peinaba por de noche pa que nos fuéramos peinados por la mañana. ¡Qué no íbamos peinaos que íbamos despeinaos! ¡Pero bueno era un decir!
Los primeros años que pasamos aquí, lo pasamos muy mal, muy mal, porque trabajaban mis padres mucho y no se ganaba nada. Y todo lo que ganaban era pa juntar la entrada para un piso».
De joven Josefa, como casi todas las chicas, entró a trabajar en una fábrica. La gente del trabajo, la vecindad, pero sobre todo la familia, constituyen las únicas relaciones de la joven. A pesar de estas relaciones y la compañía de su marido del que tiene una criatura, no logra una satisfactoria integración. Sin embargo, tampoco el pueblo de origen es ya una solución. Sobre todo, porque su hombre, también granadino, a pesar de la afirmación de Josefa, que ningún inmigrado viviría en Catalunya si pudiera marchar al pueblo, no quiere ni oír hablar de dejar Catalunya para volver a Granada.
«Desde que estoy aquí he ido dos veces al pueblo. Una vez que fui sola con mi abuela, la madre de mi madre que ya murió, y luego hace unos cinco años con mis padres. Pero que aquello es más sano que esto. Porque mira, a mi padre que le duele el estómago, le salen los nervios… estuvo enfermo allí solamente cinco días. Y a mí ¡es que no, es que es tu tierra! No es que sea, ¿cómo decirte? Fanatismo. No, no es fanatismo (repite llorando de añoranza). Si tú has nacido allí eres de allí y aquello es tu tierra y ¡yo qué sé! Yo cuando veo a veces gentes, aquí mismo, catalanas, que no, por narices tienes que ser esto, porque estamos en Catalunya. ¡No una persona puede querer a su pueblo!, ¡Pero sin meterse con la vida de nadie! ¿No? A mí lo mío y a ti lo tuyo. Los catalanes a los catalanes y los andaluces con los andaluces.
Pero allí la gente somos idiotas, no sé, pero va un extranjero y ¡oh mira un extranjero! Todo el mundo le quiere. Aquí no. ¡Es verdad!
También aquello está que no sé, la gente que vive allí no quiere venirse pa cá, porque los que han quedao allí tienen trabajo. No es que lo tengan allí, pero se van a Palma la temporada de los hoteles ¿no? Luego vuelven al pueblo, tienen su carné de paro, que no les farta, que cuando no tienen trabajo tienen carné de paro, no les falta el dinero ¿no? Pero allí no se puede vivir ahora. No sé yo creo que no se puede vivir allí, una persona que se vaya de aquí allí no va a encontrar nada.
Allí no tengo ninguna casa, bueno, allí hay una de mi abuela, muy pequeñita. Habría que arreglarla, pero nadie se hace cargo de ella, ¿no? Tendríamos de arreglarla entre todos, pero nadie dice de hacerlo. ¿Y si la arregláramos entre todos?, después, ¿porque todos estamos casados y todos tienen hijos y luego tampoco cabríamos? ¿No? Y casa nuestra no tenemos.
Mi marido no es del pueblo, es de otro pueblo de Granada. Nos conocimos aquí, pero él no quiere irse. Él no.
En la fábrica hay gente de todos sitios ¿no? Y hablas de todo porque también allí en la fábrica hablamos mucho. Cada uno de su tierra y todos dicen, lo mismo: el que es de Extremadura, que quiere Extremadura, el que es de Andalucía de Andalucía y vamos las personas saben que ellos no podrán volver. Porque esto de allí ya no tiene arreglo. Desde el principio lo sé y esto que Andalucía tiene un fondo… pero no sé dónde va…»
Las palabras del matrimonio Sebastián-María Jesús pueden servir de síntesis de los recuerdos testimonio de las personas inmigrantes que tomaron voluntariamente la decisión de venir a Catalunya. Aquí encontraron trabajo. Duro y no siempre bien pagado, por eso, ahora, en la vejez y jubilados, les ha quedado solamente una pequeña paga. Pero, a pesar de ello y de ser plenamente conscientes, se sienten, al mismo tiempo, relativamente satisfechos, porque descansan de una vida difícil, en un piso de reducidas dimensiones, pero donde tienen unas comodidades que tardaron muchos años de su vida en poder disfrutar. Tienen los padres enterrados aquí, hijos e hijas casados, y nietos y nietas nacidos en esta tierra, y todo ello los liga irremediablemente a Catalunya. Estas son las palabras de Sebastián 11:
«En fin y aquí, pues me tirao trece años trabajando y verdaderamente, pues ya estoy jubilado. Pero una jubilación que no es buena, porqué me ha quedao poco. ¡Y ya está! Yo estoy en Catalunya lo mismo que allí. Ahora aquí estoy mejor porque como no hago ná, ¡pues estoy mejor! Pero antes aquí también me las he visto y deseao. ¡Qué venir aquí, también, a agarrar un compresor y un pico y la pala! Pues no las roscas no me las he comío maduras ni aquí ni allí».
Las afirmaciones que hace su mujer 12 matizan sus palabras y enseñan la complejidad de la inmigración: «yo no he encontrao diferencia ninguna. me gusta más esto que aquellas. yo padezco de bronquitis y me aconsejaron que no me viniera a Barcelona, que sí yo me venía a Barcelona me moría. y en la presente, pues estoy muy bien. Me alegro de venirme. Están ya mis hijos casaos y aquí pensamos morirnos «.
A través de este proceso, viviendo y trabajando, se va construyendo la nueva cultura e identidad de los habitantes de Torre-romeu, nacidos y nacidas, mayoritariamente, en Andalucía, y que, probablemente sin ser muy conscientes, se convertirán ‘en los otros catalanes’.
A modo de resumen, la inmigración llega y se instala en un lugar que se va formando como barrio aislado, habitado casi exclusivamente por otras personas inmigradas, que dedican toda su jornada al trabajo en fábricas donde la inmensa mayoría de la mano de obra también ha llegado de fuera. Por lo tanto, al menos durante los primeros años, que en muchos casos pueden extenderse en el tiempo, sin ningún contacto con personas de lengua y cultura catalana. Este hecho hace innecesario el conocimiento de estas personas del catalán y la cultura catalana y, por el contrario, posibilita la persistencia de las costumbres de origen. Se suma a esta realidad la existencia de una red de relaciones centrada en los familiares y paisanos, que reproduce el mundo anterior de Pedro Martínez.
Los primeros años de adaptación, con los días llenos de trabajo, no queda tiempo para añorar, ni para reflexionar mucho sobre la nueva situación. Con el tiempo, generalmente se estabiliza la situación económica y se logra una mejor calidad de vida y de trabajo. Situación que, rara vez, se ha disfrutado anteriormente y que, consecuentemente, es percibida como una innegable mejora.
En general, el analfabetismo en la propia lengua, sobre todo de las personas mayores, hace que las manifestaciones culturales catalanas poco visibles, además, por las prohibiciones, pasen desapercibidas, para la gente que vivía en un barrio aislado y apartado del centro de la ciudad. Por el contrario, la segunda generación, que no ha experimentado la miseria de la vida en los pueblos de origen, tiene más dificultades para reconocer la mejora socioeconómica de los padres. Sí que puede percibir la doble explotación: en el lugar de trabajo y en la deficiente calidad de vida que el barrio proporciona, manifestada en la falta de servicios, a costa de la salud, la inseguridad etc. Por otra parte, esta generación, que sí ha sido escolarizada, seguramente con deficiencias y en lengua castellana, sufre la crisis de conciencia que proporciona el no arraigo ni allí ni aquí. En cambio, conocen mucho más que sus padres, la realidad global catalana, ya que a menudo al independizarse marchan del barrio, han ido a la escuela con chicos y chicas nacidos en Catalunya, coinciden en lugares de recreo y en definitiva comparten la ciudad. Algunos vivirán con plena integración, sin embargo, otros, también sentirán rechazo. O incluso, crisis de identidad.
Las personas de la primera generación que tomaron la decisión de emigrar casi siempre seguirán sintiendo que son de allí donde nacieron, aceptando, sin embargo, la realidad catalana, percibiendo generalmente esta situación sin problemas y sin angustia. Porque esta cuestión tiene menos importancia que la tranquilidad de una vida resuelta económicamente.
Los hombres y las mujeres que vinieron sin decidirlo (generalmente acompañando a sus hijos o a sus padres), al contrario, son los que tienen más facilidad para sentirse desplazados y mal (aunque pertenezcan a la primera generación inmigratoria).
En el caso de tratarse de personas mayores, éstas lo viven con resignación porque saben que no tienen más remedio que aceptar la situación y piensan con nostalgia en su pueblo.
La juventud (los que han venido acompañando a los padres siendo ya adolescentes pero que tampoco han participado de la decisión), deberán decidir ahora en Catalunya qué son y, seguramente, vivirán el esfuerzo de la decisión con ansiedad. Algunos deciden integrarse plenamente y otros ni lo quieren, ni lo intentan.
En síntesis, las historias personales demuestran que uno de los factores más significativos para lograr la integración de las personas inmigradas en Catalunya es haber tenido la posibilidad de alcanzar una estabilidad económica, social y familiar. Es decir, haber tenido unas expectativas que en mayor o menor medida se hayan cumplido.
- Los capítulos de este Blog siguen resumiendo la Tesis doctoral y no incluyen nada nuevo. Sin embargo, a día de hoy, en el esquema de Botey, encuentro a faltar la incorporación de las aportaciones que la inmigración proporciona a la cultura de la nueva sociedad y cómo ésta se va transformando con la participación, o no, de las personas recién llegadas ↩
- Manolo Alfaro, nacido en Pedro Martínez en 1920, entrevista realizada el 15-7-84 al Tibidabo de Torre-Romeu (Sabadell) ↩
- Manuela González, nacida en Pedro Martínez el 13-4-12, entrevista realizada en 13-6-84 en Torre-romeu (Sabadell) ↩
- Encarnación Roldán, nacida en Pedro Martínez en 1941, entrevista realizada el 23-6-84 en Torre-romeu (Sabadell) ↩
- Joaquín Pardo nacido en Pedro Martínez el 18-10-18, entrevista realizada el 11-3-85 en Torre-romeu (Sabadell) ↩
- Carmen Hernández nacida en Pedro Martínez en marzo de 1910, entrevista realizada el 17-7-84 en Torre-romeu (Sabadell) ↩
- Rosa Sánchez la de Vílchez nacida en Pedro Martínez en 1901, entrevista realizada el 11-3-85 en Torre-Romeu (Sabadell) ↩
- Ascensión Vaca Vaca nacida en Pedro Martínez el 16-1-1904, entrevista realizada el 21-6-84 en Torre-romeu (Sabadell ↩
- Antonia Valle, la de Eustaquia, nacida en Pedro Martínez en 1920, entrevistas realizadas los días 14-3-85 y 29-5-86 en Torre-Romeu (Sabadell) ↩
- Josefa Marco Roldán nacida en Pedro Martínez el 27-10-57, entrevista realizada el 23-6-84 en Torre-Romeu (Sabadell) ↩
- Sebastián Martínez, nacido en Hueneja, entrevista realizada el 23-6-84 en Ca n’Oriac (Sabadell) ↩
- María Jesús García nacida en Pedro Martínez el 12-12-14, entrevista realizada 23-6-84 en Ca n’Oriac (Sabadell) ↩